Todo empieza en el bar, con un café calentito, un pincho de tortilla y unas madalenas. Como siempre. Después la foto de rigor frente a la municipalidad, con la pancarta por delante. Como siempre. Luego, los dos charlas de ARBA y GRAMA nos dicen que estamos allí reunidos para que se proteja el valle del río Tajuña, que es muy bonito y que, lo que es menos bonito, lo llenamos de bellotas para que crezcan encinas centenarias en unos pocos años. Osea, lo de siempre.
Y tras agachar el espinazo los de siempre (porque la casta ecologista no metió ni una bellota), nos fuimos al bar a tomar el aperitivo, la comida y la sobresemesa, para contarnos las mismas historias de siempre. Y unos acabaron tomando orujos, otros haciendo promesas de lucha ecologista y otros yéndose de manera apresurada a comer a casa de sus suegros. Tal como suele ocurrir siempre.
Pero aunque parezca que todo transcurre como es habitual hay cosas que sí cambian... y que van a cambiar. Cada vez somos más almas las que estamos reivindicando un cambio en el estatus de protección de la comarca del Tajuña; cada vez hay más conciencia de que este entorno ha de ser conservado; cada vez estamos más cerca de que un día se consiga dotar de la importancia ambiental que se merece el Valle del Tajuña. Lo conseguiremos... seguro que sí.