sábado, 9 de noviembre de 2013

Contaminantes en el Jarama y Manzanares: mucho más que cocaína, cannabis y ansiolíticos

Recientemente hemos tenido noticia del estudio realizado por la Universidad Rey Juan Carlos (http://esmateria.com/2013/10/27/los-rios-de-madrid-tienen-niveles-record-de-cocaina-anfetaminas-y-ansioliticos/), en el que se ponía de manifiesto que los ríos Manzanares y Jarama tenían niveles record en toda Europa de cocaína, opiáceos, cannabis, anfetaminas y ansiolíticos. 

Más allá de las conclusiones sobre los alto consumo de medicamentos y drogas en Madrid, lo que nos llama la atención del estudio es por un lado la sospecha que recae sobre la eficiencia y eficacia de las depuradoras de Madrid a la hora de tratar sus aguas y, por otro lado, que las sustancias contaminantes que llevan el Jarama y Manzanares no van a dejar nunca de sorprendernos.
Río Manzanares a la altura de la EDAR Sur

Ettore Zuccato, investigador que hizo un estudio similar en el río Po, asegura que los niveles de fármacos y drogas encontrados en los ríos madrileños corresponden a los que llevan aguas sin depurar. Según Zuccato  “el tratamiento de las aguas residuales suele eliminar el 90% de las drogas ilegales, por eso, mi opinión es que los ríos [de Madrid] reciben descargas de agua sin tratar”. 

Otro aspecto que acrecienta las sospecha sobre las depuradoras del Canal de Isabel II es que a los investigadores del estudio se les negó la posibilidad de entrar en las plantas a tomar muestras. En ningún otro lado de España se les impidió la entrada y la recogida de muestras en las estaciones depuradoras. Ni la Comunidad de Madrid ni el Canal de Isabel II permitieron a los investigadores tomar muestras de aguas sin tratar, con las que podrían haber evaluado el consumo de estas sustancias entre los madrileños.

Una hipótesis que plantea Yolanda Valcarcel sobre la alta presencia de estas sustancias en los ríos de Madrid es el escaso caudal que tienen y por tanto la dificultad para diluirlos. De hecho el porcentaje de aguas residuales sus aguas puede llegar al 80% de su caudal. Quizás la Confederación Hidrográfica del Tajo debiera tomar nota de la necesidad de establecer un régimen de caudales ecológicos en las cabeceras que liberaran agua limpia en cantidad suficiente. Hay que recordar que Jarama y Manzanares llevan en sus aguas el 85% de todos los residuos que se producen en Madrid (sólo el Manzanares lleva el 65%).

Punto de vertido de la depuradora de La China al río Manzanares
Existen otro muchos estudios de la propia administración, de entidades científicas y de universidades que llaman la atención sobre la contaminación de estos dos ríos y que alertan de la alta presencia de compuestos nitrogenados, compuestos fosfatados, metales pesados (cromo, cobre, cadmio, plomo, zinc), así como productos fitosanitarios, algunos de ellos prohibidos en todas sus formas como el lindano. Las reiteradas denuncias sobre el peligro sanitario que representan estos componentes son ignoradas sistemáticamente.

Si el estudio de la Universidad Rey Juan Carlos concluye que los niveles de fármacos y drogas no representan ningún peligro para la salud humana, las administraciones competentes (especialmente la Consejería de Medio Ambiente) debería evaluar si suponen riesgo para los organismos acuáticos. Aunque, suponiendo que actualmente las aguas del Jarama y Manzanares son empleadas sin ningún tipo de control en los principales cultivos de regadío de la región, poco va a importar a la Consejería de Medio Ambiente o a la Confederación Hidrográfica del Tajo que lleven un poco más de carga contaminante ¿a alguien le va a importar el efecto que pueda tener sobre los organismos ligados al agua?

Por último habría que recordar que en los últimos años, tanto la administración central, la autonómica como el Ayuntamiento de Madrid se han gastado cerca de 2000 millones de euros en distintos planes de saneamiento, tratamiento y depuración de las aguas y ni mucho menos la situación que encontramos se acerca a una situación razonable. En definitiva se ha venido gastando un ingente volumen de dinero público para no solucionar prácticamente nada y seguir teniendo dos ríos que baten records en todas las competiciones respecto a contaminantes.



Y si alguien quiere saber algo más sobre lo que le llega al río Tajo...:  http://www.mastercongresos.com/sesa/Presentaciones%20SESA/Orales/O-008.pdf



martes, 5 de noviembre de 2013

LAS PELIGROSAS PLANTAS CARNÍVORAS DEL RÍO PELAGALLINAS

           Los sabios a igual que hicieron con las estrellas, que juntándolas a modo de juego infantil dibujaron constelaciones, crearon el Sistema Central aglutinando sierras portuguesas con sierras casi sorianas. El dibujo que les quedó es harto bonito que si fuera hecho de estrellas diríamos que es el gusano volador, el dragón, pues así queda dibujado en los mapas. Con los pies en la oscura y lejana Serra da Estela, ondulando el cuerpo para arriba para abajo hasta llegar a su cabeza, abriendo sus quijadas que sería la Sierra de la Pela y la Sierra del Alto Rey. Incluso parece que quiere morder a la otra constelación de sierras estas ya con nombre Ibérica, escondite de los últimos celtíberos. Pero eso es otra historia. Y justo si fuera la lengua larga, el Río Pelagallinas, de frías y mágicas aguas.
 
La sierra de Pela, entre Guadalajara y Soria
           La Sierra de la Pela parece que no es Sistema Central. Es rara, no hay ese pino silvestre (Pinus sylvestris) ,que su corteza anaranjea en lo alto y que señorea a lo vertical toda la llaneza del Río Pelagallinas y que es marca de la casa de las otras vecinas sierras, que son conocidas, allá dígase Guadarrama, Ayllón. Es rara porque ni es graníto ni es gneiss (adivina adivinanza, qué es). Su rostro es más solar, más abierto y hace extrañas formas las piedras, y crea barrancos de extremada sonoridad silenciosa. Sus ríos, sus arroyos, los que abren esos huecos para ecos del silencio, son extremadamente cautos y tímidos, no se dejan ver. Ahí crece la sabina (Juniperus thurifera), la que pincha cuando acariciamos sus ramillas a contra pelo, pero medra en tan poca abundancia que uno puede ir jugando con las niñas a encontrarla. Porque si tenemos que hablar de vegetación, sería la encina (Quercus rotudinfolia )que crece, más chaparro carrasqueño que arbóreo, más aislada que bosque, porque aquí, el enebro y las plantas bajas, las humildes y duras son las que marcan la esencia de la casa. Por tanto, otros sabios reclaman para el Sistema Ibérico esta humilde, que se conserva bien para su edad, Sierra de la Pela.

El Pelagallinas
           Pero teníamos que empezar nuestra aventura en el río Pelagallinas y sus extrañas y peligrosas plantas carnívoras. Es un río ya de aguas de alta montaña, frías y mágicas según leí por ahí que así cuenta una leyenda de una niña que no podía soñar porque no dormía bien pero no por ello, son aguas de pozas, rápidas entre rocas, furiosas por primavera, no y por lo menos, así no lo son hasta que nos acerquemos a la fabulosa y extraña Cueva del Oso. Son tranquilas, llanas y con una extraño sosiego, tal vez la que dé que sólo los forestales o los ganaderos se han acordaron de ellas. Aquí vive como podríamos decir bien, una congregación monástica de truchas comunes.

           Es un espacio protegido, humilde también porque protege algo que no es famoso que estéticamente es agradable pero no resultón. A tenor de lo que uno lee de los sabios, este río Pelagallinas antes de atravesar los parajes de la Cueva del Oso, posee como si fuera un manto de rey, turberas a sus ambos lados, o que atraviesa por el medio a las turberas, en esto no me podría definir. Así uno lee que son prados hidroturbosos y cervunales con turberas, tremedales o paulares. Uno debe salirse de la ancha pista forestal que lleva, orilla derecha, aguas abajo, y acercarse al río para tener esa sensación de que algo se mueve bajo nuestros pies, pues así es la sensación. Si uno se agacha, verá una mezcolanza de líquenes, musgos, aguas, tierras, ciperaceas, todo un universo, y con paciencia, con el pie a estas alturas metido en el barro, verá a la peligrosa Drosera, la planta carnívora y con suerte la verá con la boca cerrada. Todo un universo complicado de agujeros negros, supernovas, etc... para crear esta minúscula cosa.
 
Drosera angustifolia del Pelagallinas
           El otoño es una época para andar sin preocupaciones por el monte. El camino que acompaña a nuestro ya amigo Pelagallinas, aguas al encuentro del Bornova, es suave, a la sombra de los pinos silvestres que anarajean a lo alto, se irán viendo algún buitre volar, y nos conducirá hacia el gran hueco que se abre cuando el río contornea la Sierra del Alto Rey por su norte. Es la Cueva del Oso, un lugar agradable que parece a lo lejos un ojo que te observa. Los excursionistas gustarán más a estas alturas del año, el amarilleo de  hayas, melojos, serbales y toda especie caducifolia y el hacer ruido al pisar las hojas secas. Pero existe otro otoño, tal vez más secreto entre las encinas, sabinas, pinos y demás ortodoxos entre los árboles.

           Es tiempo de volver, un momento a la otra mandíbula, al otro ojo de la culebra del Sistema Central, la que llaman Sierra de la Pela. Podemos obviar esos chopos y álamos, preñados de luz de otoño, que marcan la extensión de la quieta y limpia laguna de Somolinos y adentrarnos al nacimiento del Manadero y perdernos más arriba, por esos barrancos que ya hemos mencionado. Como arañas pegadas a la roca veremos con sus blancas o claras grisaceas ramas, el Prunus prostata, y si andamos callados, algún soberano ejemplar de sabina, pero un fantasma nos espera allá donde comienza casi Soria. Es un mirlo que uno se diría que gusta de mojar el pan en el huevo frito y que además es limpio y por eso usa babero o servilleta blanca. Es uno de esos fantasmas de la ornitología española, que se reproduce en las altas cumbres pirenáicas y creo que ya ibéricas, que emigra escondido hacia el sur y que inverna soñando con volver al norte. Este es el mirlo capiblanco, gustosos de bayas de juniperos, que volaron y se escondieron sin apenas dejarse ver. A lo seguro que eran fantasmas. Ese era el tesoro, que siempre los tienen las montañas, de la Sierra de la Pela. Y a lo seguro que con ese tesoro soñaba todas las noches, la niña que se bañó en las aguas frías del río Pelagallinas. 

Turdus torquata o mirlo capiblanco